Era ya el segundo recorrido del día, el sol apenas comenzaba a brillar y el reloj daba las 7:15 cuando Antonio, chofer profesional de la unidad número 79 de la Cooperativa Guadalajara, se embarcaba nuevamente en su herramienta de trabajo, prendió el motor y con un silbido llamó al ayudante, Carlos, para que suba y emprender el recorrido que tomó setenta y tres minutos desde el sector de Llano chico, al norte de la ciudad, hasta la parada de la actual Asamblea Nacional.
Con aproximadamente 25 pasajeros, el bus comenzó a rodar, despacio y sin prisa, como que el tiempo le sobrara, recogiendo los pasajeros que poco a poco iban asomando en el camino y hasta llegar a la “Y” que divide a la pana norte y la entrada al comité del pueblo, el bus estaba lleno, incluso habían pasajeros que tenían que ir parados y reclamando al chofer para que manejara con un poco más de prisa.
Cuando tomó el desvío y entró al sector del comité, Carlos le dijo a Antonio, que tenían 4 minutos más para llegar al primer control del recorrido, lugar donde timbran la tarjeta que el despachador les entrega para que salgan a trabajar. De esta manera Antonio comenzó a manejar con más prisa y contestó “tranquilo que si llegamos”, al estar corto de tiempo y con el bus prácticamente lleno, ya no recogieron más pasajeros hasta llegar al control.
De repente Carlos baja al vuelo y a toda prisa a timbrar la tarjeta que le entrego Antonio, en una puerta de garaje de color negro, donde no estaba nadie de la Cooperativa, sólo se podía ver con un poco de dificultad un reloj viejo de color verde, como esos que se ocupaban en las empresas hace diez años, para controlar que la gente ingrese puntualmente a sus labores, y estaba enmarcado con unas barandas de hierro viejas, sucias y hasta oxidadas por el clima que a diario soporta.
Al subir de nuevo al bus Carlos le dice con uno, cosa que al principio no entendí, y al peguntarle que significaba las palabras del ayudante me contestó “tenemos un tiempo fijado para llegar a timbrara la tarjeta en los cinco puntos de control que está en el recorrido, debemos respetar el tiempo, caso contrario el despachador nos cobra un dólar por minuto atrasado y si se supera los tres minutos, perdemos un turno y sale el compañero que viene atrás nuestro. Estoy atrasado con un minuto lo que significa que al llegar de nuevo a llano chico, tengo que presentar la tarjeta con el dólar de la multa.”
Seguía su recorrido por las calles del comité, donde existía mucha gente dedicada al comercio, otros esperando buses, otros con puestos de comida y otros muchos que caminaban por la calzada. El tráfico de la gente era bastante abrumador, parecía como las fiestas de pueblo, donde la gente sale a la calle sin ninguna restricción, algunos estaban bien vestidos y otros hasta con pijamas.
Era el sector más populoso en gente que había recorrido, nada se comparaba con aquel barrio donde transitar con un vehículo era bastante difícil y con un bus ni se diga. Mientras pasaba por ese barrio, la gente hacía señales para que el bus pare y Carlos con un poco de apremio hacía subir a los pasajeros por las dos puertas diciéndoles: “pase, pase que atrás está vacío, pase no se quede en la puerta por atrás es la salida”; cuando los pasajeros comenzaron a reclamar aludiendo que estaba lleno, hubo otra salida y a los pasajeros les hacían subir por la puerta de atrás, Antonio le dijo anda atrás y cobra pasajes.
Al salir del barrio, y coger la avenida Eloy Alfaro, una chica de aproximadamente 19 años, vestía un jean apretado y una camiseta roja escotada, sube al bus por la puerta delantera y Antonio apresuradamente le dice: “Suba niña siéntese aquí, el bus está lleno, no le vayan a estropear”, junto al puesto del conductor había un asiento plegable que procedió a armarlo para que la chica se pudiera sentar.
Pasó unos pocos momentos del recorrido y Antonio comenzó a hacerle la conversa, la chica tenía una actitud de irrelevancia y no le prestaba mayor atención, de pronto llega Carlos a cobrarle el pasaje y Antonio no le permite, le dice es mi amiguita deja no más. La chica le sonríe atentamente y comienza a dialogar con un poco más de interés con Antonio.
Al pasar el Hospital de Solca, un policía que bajó d un patrullero tipo Jeep le hace señas para que Antonio se detenga y procedió a pedirle los documentos, en ese momento él exclama: “Que infracción cometí para que me pida la licencia”, el policía no le da mayor información y le vuelve a pedir las credenciales argumentando que hizo una mala maniobra minutos antes de que le detenga.
Antonio al no recibir la información se niega a entregarle los documentos y con un una actitud de impavidez procede a girara el volante de la unidad y a seguir su camino. Pero el policía no iba a darse por vencido fácilmente y comienza a seguirle en el Jeep.
A un kilómetro aproximadamente del incidente, el policía cierra el paso del bus con el automotor pequeño y se baja presurosamente, sube a la unidad y vuelve a pedirle los documentos, Antonio molesto le dice que si no le explica cuál es la
supuesta infracción él no le entregaba los documentos. El gendarme le explica que para coger a la pasajera que estaba sentada a su lado, había parado en curva y eso era una mala maniobra y por ende era una infracción.
Antonio tras reírse irónicamente le entrega la licencia y matrícula del pesado automotor y sin decir más que se apure y le entregue la infracción porque debe seguir con el recorrido, sigue hablando con esta chica, que por cierto era muy atractiva y con un tono de sensualidad en su mirada, sin tomar encuentra a la autoridad.
El policía molesto entrega la infracción, se baja del bus y sigue su camino, Antonio tras reírse con este personaje femenino, rompe la infracción y continúa el recorrido.
Al pasar por la Universidad Católica, la chica se despide de Antonio y se baja del bus, tras comentar con Carlos la hermosura de esa mujer, exclama “es un bombón” y a pocos minutos acaba su recorrido en la parada de la Asamblea cuando el reloj daba las 8:28.
Llega a la parada, apaga el bus y se baja a comprar una cola y un pan para comer mientras el despachador recibe el ticket que Carlos le entrega y espera diez minutos para emprender el viaje de regreso a Llano Chico.
A las 8:40 Antonio sube al bus y sale con destino al norte, el recorrido fue muy similar y esta vez sin un personaje femenino a su lado y sin inconvenientes con los gendarmes completa el recorrido de regreso y llega a comentar con los compañeros choferes, el incidente que tuvo con aquel policía.
Pero mientras Antonio se siente feliz con su trabajo y orgulloso del mismo, aunque alega no ser el mejor pagado, existe gente que no está de acuerdo con el trabajo de los conductores.
María Romero pasajera continua de los buses, expresa que los choferes son una tarea de salvajes, argumentando que no respetan las señales de tránsito y que siempre hacen lo que les da la gana.
Comentó que en una ocasión a ella un bus le había golpeado mientras cruzaba la calle por estar compitiendo con otro como si las calles fueran una pista de carreras.
De la misma manera comentó que ella a diario presencia peleas entre los conductores de diferentes cooperativas de transporte, diciendo que son unos ignorantes porque por veinticinco centavos se pelean como si en vez de llevar vidas, llevaran papas. Cuando estos casos se dan dijo que hay que ver de dónde se pueden agarrar para no sufrir una caída o golpes mientras están en
los buses, expresó que corren irresponsablemente y que pegan unas frenadas bruscas para no colisionar con los otros vehículos o para cruzarse entre ellos y ganarse los pasajeros.
Juan Salazar un individuo de aproximadamente cincuenta y seis años, que se encontraba a lado de María expresó estar de acuerdo con esto y dijo que para que las muertes se acaben en las vías es necesario capacitar a esa horda de salvajes que trabajan como conductores y exigir por parte de las autoridades mayores requisitos como un nivel de educación superior a las personas que les gustaría ser choferes.
Pero al preguntarle a Carlos acerca de lo que él piensa en relación al trabajo de los choferes y los controladores expresó que es algo bueno aunque no es reconocido por la gente, ellos están todos los días y prácticamente todo el día para servirles en los recorridos pero que son tratados como objetos y hasta insultados por uno que otro usuario que no está de acuerdo con sus servicios.
Dijo que también depende mucho de los choferes, ya que hay algunos buena gente como Antonio
que saben respetar al ayudante y le consideran para ir a comer los mismas cosas o hasta para decir una broma. Pero que también existen otros que son amargados, groseros e incluso racistas y que ven a los ayudantes como empleados de ellos y no como compañeros de trabajo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario