Pero en Quito, las dos caras de la moneda son bastante evidentes, y es así que existen barrios dónde la opulencia económica de sus residentes les permite tener lujos que un pobre jamás se imaginaría tenerlos, mientras unos habitantes tienen dos, tres, cuatro o más casas hay tienen aquellos que no tienen ni una sola. Algunos tienen el lujo de poseer más de tres carros por familia y hay quienes de igual manera no tienen ni uno para poder movilizarse.

Pero esto no es lo trascendental, lo que sí cabe denotar es las prácticas comunes que ejercen los ciudadanos políticos al momento de buscar un voto o apoyo a su campaña, para poder llegar a estar sentados en un cómodo sillón ergonómico, que cuide hasta su último músculo de la espalda.
Es común mirar a estos individuos cuando buscan el voto y el favor de la gente, no tienen prejuicio social en mezclarse con los pobres, donde la pobreza apesta, para lograr captar la mayor cantidad de ingenuos que creen en las palabras que salen por la boca de esta gente, y piensan que van a ser realidad y que todo su esfuerzo es sólo por el deseo de servir al pueblo. ¿Acaso es realmente cierto ese deseo? ¿No será acaso la necesidad de ganar buenos sueldos, comisiones, viáticos con los que fácilmente un hogar de clase media puede vivir y que para ellos es insuficiente porque no les alcanza ni para vivir estrechamente?Claro que no les alcanza para su forma de vida que son: los cócteles, los hoteles de lujo, los regalos de costosos y los autos último modelo para mantener un buen nivel social, pero que tras conseguir este voto que es la puerta para poder cumplir sus deseos, olvidan las promesas de campaña, la supuesta vocación de servicio y lo que alguna vez oyeron de la gente cuando les exponían sus necesidades.
Esto es la práctica común, o recuerden cuando por coincidencia se encontraban en algún lugar de mitin político, los candidatos saludan con beso, dan la mano hasta palabras de aliento brindan a los presentes, pero cuando ganaron y están posesionados en sus cargos ni una mirada pueden darles, debido a que pasan en los autos lindados, con resguardos policiales de alta seguridad y cuando se bajan en algún lugar público hay una cerca humana de seguridad que protegen cada paso que dan. Ahí es imposible poder darle la mano a uno de estos sujetos, peor aún tratar de repetir una conversación o un beso en la mejilla…
Pie de foto: Banco de Imagenes
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